Les envío un saludo cariñoso. Con ocasión del mes de las Madres, comparto con ustedes este breve relato. Esta fecha, no siempre está vestida de gala. En algunos hogares, la historia es la misma de Doña Inés. Una invitación a leer, pensar y decidir.
Era el día de la madre y los ocho hijos de misiá Inés se reunieron para celebrarla. Otra bendita celebración en que yéndoles bien les iba mal, pues perdían siempre con su mamá.
En aquella ocasión salieron a almorzar a un restaurante. La fila era larga y la espera amargó a la señora. Los hijos pidieron al mesero que la atendieran primero pues ella era la agasajada. Así lo hizo el mozo, y luego sirvió la comida a los hijos. Misiá Inés si acaso probó bocado: le pareció pésimo el lugar, la comida, la atención y ni qué decir de la espera tan larga.
En su casa le entregaron los regalos. Algunos hijos, con sus familias, se excusaron para cumplir los compromisos del día con la familia política.
Misiá Inés sentada en la sala, hacía comentarios irrelevantes a los presentes. Cada hijo, en su momento, le entregaba su regalo. Ella no los abría, apenas decía entre dientes “se le agradece”.
Ya sola, relató a su empleada lo desastroso que había salido el día y las pendejadas y chucherías que le habían traído como regalo.
Al mismo tiempo sus hijos, de regreso a sus hogares, agradecían que la celebración hubiera terminado.
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