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Foto del escritorDiana María Giraldo

Mi abuelo, el romántico

Actualizado: 20 abr

En estos últimos años se me ha despertado un amor inmenso por la música, y no son especialista en ningún género, más como dijo mi hijo, soy bastante crossover.


Y voy a mi tierna infancia, quizás con cuatro años o menos, me veo en la cama al rincón de mi abuelo escuchando su música. Al fondo suenan las campanas de la iglesia y luego hacen su aparición las guitarras:


“Recuerdo aquella noche allá en la plaza, tus labios murmuraron que eras mía, y en la torre mil veces las campanas, resonaron con voces de alegría”


No sé cuántas veces escuché este pasillo, interpretado por el dueto Valente Cáceres y escrito por la cartagenera María Betancur Román (1903 -1983) quien fue compositora, traductora y por supuesto poeta; conocida por su seudónimo Sonia Dmitrowna. Tanto la letra  “Añoranza” como  la melodía con sus acordes de guitarra son de una hermosura única.


Lo miro recostado en la cabecera de la cama, yo juego a su lado. Él, con los ojos cerrados, mueve los dedos siguiendo el compás. Escucha ahora otra canción:


“Ocúltame esos ojos que nunca han de mirarme, que no hablen esos labios tan mudos para mí. Sé que he venido tarde, muy tarde para amarte y nada significan mis besos para ti…”


“Ocúltame esos ojos” es un pasillo del colombiano Israel Motato y bellamente interpretado por el argentino Antonio Tormo. Lo interesante de esta composición es que cuando el autor la concibió pidió ayuda a un trabajador de   la finca de sus padres, porque él aún no sabía escribir ni leer.


Siento su olor, observo su cara que lleva varios días sin afeitar. En la pared están colgados sus sombreros, que cuida con dedicación igual que a su colección musical. Escucho ahora un tango “Viejo farol” del Caballero Gaucho, oriundo de Pereira. Creo que esta es una de sus favoritas.


“Viejo farol que alumbraste mi pena, aquella noche que quise olvidar

Hoy veo tu luz taciturna y enferma, cuál si estuvieras cansa’o de alumbrar…

 

Cómo alumbraba el farol, aquella noche en que te vi por vez primera

Eran sus ojos un sol, y en su sonrisa florecía la primavera”

 

Estoy a su lado, escucho esta música andina, de las montañas, de las tierras altas, y siento la nostalgia del alma de mi abuelo.  En mis recuerdos lo veo lleno de casetes marcados con los nombres de los duetos, tríos, cantantes. Siento su cariño por sus  discos de vinilo, tocadiscos sencillo y una grabadora. Era su pasión escuchar música, deleitarse en la poesía,  prestar atención a los acordes de las guitarras, tiples y requintos.


Cuando se fue a vivir a los Estados Unidos, dicen las mujeres de la familia, que tenía en su habitación cientos de casetes, y más una docena de diferentes grabadoras a las que cuidaba con gran esmero. Esas eran sus posesiones más preciosas, eran expresión de un alma marcada por el amor y el romance.


Vengo de una familia musical, más adelante les contaré de mi mamá; quien heredó y desarrolló el don por el canto, los instrumentos, la poesía y la música. ¡Qué herencias preciosas recibí!


Yo soy tu sangre, mi viejo”,  diría otro poeta.




 

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